Hubo un tiempo en que Barrios Altos no solo era sinónimo de historia y tradición, sino también de cine y entretenimiento. En sus calles, hoy marcadas por el bullicio del día a día, se levantaban majestuosos cines que fueron punto de encuentro de generaciones enteras. Eran espacios donde la magia del celuloide cobraba vida y las familias, parejas y amigos se reunían para disfrutar de las grandes producciones de la época.
Salas que hicieron historia
Entre los cines más recordados está el Cine Santo Toribio, ubicado en el jirón Ancash, cerca de la iglesia que lleva el mismo nombre. Su cartelera ofrecía desde películas mexicanas hasta los clásicos de Hollywood, proyectados en una gran sala que, con el tiempo, fue perdiendo su esplendor.
Otro emblema del barrio fue el Cine Lima, que se alzaba imponente en la cuadra 5 de la avenida Abancay. Este cine no solo proyectaba estrenos, sino que también servía como escenario para eventos culturales y presentaciones en vivo. Con su imponente arquitectura y su pantalla que deslumbraba a los asistentes, se convirtió en un referente del entretenimiento en la zona.
El Cine Excelsior, ubicado en la avenida Nicolás de Piérola, aunque más cercano al Centro de Lima, también tenía su público fiel entre los vecinos de Barrios Altos. Su programación variaba entre matinés para niños y funciones dobles que atraían a los cinéfilos de la época.
Un cine de barrio, un cine de comunidad
Los cines de Barrios Altos no eran solo lugares de exhibición de películas; eran espacios de convivencia. “Íbamos con mis hermanos y primos los domingos a ver tres películas seguidas, llevábamos cancha en bolsas y nos quedábamos hasta que nos botaban”, recuerda don Ernesto Gutiérrez, vecino del barrio desde hace más de 60 años.
A diferencia de los grandes cines del centro de Lima, estos espacios tenían un aire más familiar y accesible. Muchos niños de la época conocieron a Cantinflas, Pedro Infante, Tin Tan y Libertad Lamarque en esas pantallas, mientras los más jóvenes se emocionaban con los estrenos de acción y vaqueros.
El ocaso de una época
Con el paso de los años, la modernidad y los cambios en el consumo del entretenimiento llevaron al cierre de estas salas. La llegada de la televisión, seguida por el auge de los multicines en los centros comerciales, hizo que los antiguos cines de barrio fueran quedando en el olvido. Muchos se convirtieron en templos religiosos, mercados o almacenes, perdiendo su esencia y su historia.
Sin embargo, la memoria de estos espacios sigue viva en quienes los frecuentaron. “Eran tiempos distintos, donde el cine era una experiencia, una salida especial que esperábamos toda la semana”, comenta doña Rosario Villanueva, quien aún recuerda con nostalgia las largas colas para entrar a una función de matiné.
Un legado que resiste
Hoy, aunque las grandes pantallas de Barrios Altos se han apagado, su legado sigue presente en la identidad del barrio. La pasión por el cine no ha desaparecido, solo se ha transformado. En iniciativas culturales y cineclubes que buscan recuperar esa tradición, hay una esperanza de que, algún día, las historias vuelvan a iluminar la oscuridad, como lo hacían aquellas salas que hicieron brillar a Barrios Altos en su época dorada.