María de Fátima creció en Barrios Altos, en una casa de adobe y quincha, rodeada de desafíos, pero también de solidaridad y esperanza. Su familia y vecinos marcaron su infancia, enseñándole que la comunidad es clave para superar dificultades. A los 12 años, en plena crisis económica, fueron los «tíos de cariño» quienes hicieron posible su celebración de cumpleaños, un gesto que nunca olvidará.
Desde pequeña, su abuela le inculcó la importancia de la educación como herramienta de cambio. Con ese impulso y la motivación de su entorno, se propuso ingresar a la PUCP a través de Beca 18. El camino no fue fácil: la brecha educativa la obligó a nivelarse académicamente y la adaptación al espacio universitario fue un reto. Sin embargo, encontró en la Ciencia Política su vocación: entender los problemas sociales y trabajar por soluciones reales desde la comunidad.
Su trayectoria en la política universitaria y en voluntariados de género y derechos humanos ha reforzado su compromiso. Su meta es clara: mejorar las condiciones de su barrio y romper el estigma social que lo rodea. Sueña con infancias y adolescencias libres de violencia, con juventudes liderando el cambio y con proyectos que impulsen el desarrollo local.
Hoy, a puertas de graduarse, reafirma su compromiso con Barrios Altos y con quienes, como ella, buscan una educación que transforme vidas. «La educación sutura los problemas sociales», afirma, convencida de que su labor recién comienza.